Memoria, lugar y desplazamientos en la poesía de Aysén y de Ivonne Coñuecar

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Existe una doble dimensión del territorio en el sur patagónico de Chile, según el académico chileno Sergio Mansilla. Por una parte, es el objeto de la creación poética de hombres y mujeres que habitan ese espacio geográfico y, por otra, es el lugar material desde donde hablan estas voces, otorgando a su literatura características estéticas concretas. Los textos que se escriben sobre y desde este sur se constituyen como experiencias de lugar, memorias que remueven la condición de fetiche del territorio y se alejan de la postal turística, del paisaje sin historia.

El artículo “‘Adiabática yo’: memoria, nomadías y localizaciones en la poesía de Aysén (en torno a la escritura de Ivonne Coñuecar)”, escrito por Mansilla, se enfoca en una poesía territorializada, donde los sujetos líricos son “flâneurs ruales”, paseantes y exploradores que se desplazan por los bosques, las pampas y los ríos. El valor estético de los textos se encuentra en la materialidad del territorio convertida en símbolos y metáforas que hablan de la experiencia personal y colectiva de los hablantes.

Dentro de este espacio “sur-Patagonia”, Mansilla se detiene en la producción poética de Aysén. Según el académico, esta poesía está menos afectada por una historia local traumática que la de Magallanes, sin embargo, en ella es importante su carga cultural: la experiencia de la colonización fundacional, la figura del gaucho de la pampa y la imagen atractiva de Trapananda, como se le llamaba antiguamente a este espacio geográfico, que exalta su naturaleza y geografía, entre otros elementos. Es una poesía que en diferentes grados tiende a romantizar el territorio. Con la excepción de la propuesta de Ivonne Coñuecar (Coyhaique, 1980), pues su trabajo destaca como poética vanguardista, pues según Mansilla, su escritura caleidoscópica y su despedazada subjetividad femenina rompe completamente con poesía patagónica anterior.

La escritura de Aysén no solamente es local, sino que está localizada, dice el académico. Con esto subraya que toda poesía evoca un cierto entorno y, por lo tanto, es topológica (topos: lugar), por mucho que el lugar poético se distancie de o no haga referencias a un espacio geográfico específico. En otras palabras, el académico postula que los lugares materiales nunca desaparecen del todo de la poesía. En el caso de la poesía de Aysén el peso simbólico de la Patagonia está muy presente y los sujetos líricos se ubican en los márgenes de la nación, en los límites geográficos y culturales de la identidad chilena moderna que se centra en la experiencia de la capital del país. Como contraste, la naturaleza exuberante del sur patagónico se erige como un imaginario de energía mortal y destructora, que influye en la subjetividad de los hablantes líricos.

En adición, Mansilla identifica una tensión en campo literario de Aysén entre un localismo, por ejemplo en la épica del colono y en la memoria folklórica, versus una pretensión de universalidad de la poesía, donde los hablantes tratan temas atingentes al pensamiento humano en general. Sin embargo, Mansilla quiere ir más allá de esta tensión para decir que escribir poesía en Aysén conlleva una batalla contra una mentalidad aldeana imperante. Ante esto, el autor destaca la importancia de arraigar la poesía en el territorio sin reducirlo a un objeto de representación. En este sentido, la poesía de Ivonne Coñuecar rompe con el provincianismo de la tradición poética de Aysén y se erige como una voz que problematiza la estrecha relación entre el sujeto y su entorno.

En el apartado “Coñuecar: el inenarrable efecto doppler de la memoria”, Mansilla entra en el análisis de la poesía de la poeta, para proponer que su escritura tiene una infraestructura material otorgada por su lugar de origen. Además, observa dos fenómenos: Primero que sus poemas representan una herida en la memoria de la “subjetividad femenino-lésbica-indígena mestiza volátil”, que es expuesto en un lenguaje coloquial y en las metáforas del viento catabático y adiabático, propios de ese territorio, resaltando la nomadía del lugar y de la subjetividad. Segundo, que los textos fracturan el sentir patagónico primordialmente varonil, que crea memorias épicas en paisajes salvajes.

La memoria de esta subjetividad femenina diferente tiene un efecto doppler, descrito por Mansilla como ondas de la memoria, pues la hablante lírico de Coñuecar es un “yo” en movimiento entre diferentes temporalidades. La escritura en este sentido es la huella de una memoria discontinua, incluso distorsionada, pero que es la marca del sujeto particular en su historicidad.

La poética de Coñuecar es autobiográfica y se sitúa en un presente donde la nación chilena es interpretada como violenta por sus prácticas neoliberales y por su pasado reciente de la Dictadura, de la que surge una democracia que es y no es auténtica.

Finalmente, Mansilla vuelve a afirmar el contraste entre la poesía de Aysén que exalta la peligrosa exuberancia de la naturaleza, aquella que bebe de lo que llama “el mito de Trapananda”, y la propuesta poética a contracorriente de Coñuecar. En su artículo, Mansilla demuestra que hay otras maneras de escribir Aysén, en este caso la escritura de Coñuecar se constituye como caleidoscópica, autobiográfica, y capaz de superar el estilo épico y la estilización del entorno natural y geográfico común en el canon literario de Aysén.

Texto reseñado: “Adiabática yo”: memoria, nomadías y localizaciones en la poesía de Aysén (en torno a la escritura de Ivonne Coñuecar) de Sergio Mansilla Torres.

 

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