Vi. Una mujer minúscula, de Kim Thúy. Editorial Periférica. Traducido al castellano por Laura Salas Rodríguez. 160 páginas. 2018.
“Mi nombre, Bâo Vi, ilustraba la intención de mis padres de “proteger a la más pequeña.” Si se traduce literalmente, soy “preciosa minúscula microscópica”.
De esta forma, la protagonista de esta breve novela (2016) de Thúy comienza uno de los capítulos de su obra. Como suele suceder en Vietnam, el nombre de los niños no encaja con su modo de ser: “normalmente, las niñas que se llaman ´Blanca´ (Bach) o ´Nieve´ (Tuyêt) tienen el cutis muy moreno, y los niños a los que llaman ´Poder´(Hùng) o ´Fuerte´(Manh) temen las grandes peripecias. En cuanto a mí, no dejaba de crecer, dejando atrás la estatura media con diferencia y, con el mismo impulso, proyectándome fuera de las normas. Los profesores me colocaban en la última fila para tener un mejor panorama del aula de clase”. El humor y la tristeza convergen en estas ciento sesenta páginas para develar un mundo a la vez sutil, delicado y cruel.
Siete antes de Vi, en el 2009, Kim Thúy se estrena como escritora y publica Ru, novela de tintes autobiográficos escrita en francés en la que plasma su experiencia como niña migrante que deja Vietnam para llegar a Quebec. Esta breve obra se transforma en un éxito en Canadá y Francia; es traducida a veinticinco idiomas y gana una serie de premios que ubican a Thúy en un sitial privilegiado, pues se adjudica un gran número de lectores y es, además, admirada y estudiada por el mundo académico de habla francesa. Luego de este éxito, Thúy publicará Man – historia de una mujer que se casa con un vietnamita y se instala en Canadá- y una serie de libros en los que recoge la tradición de la comida vietnamita. Thúy es, además, crítica de radio y televisión y administró un restaurante de comida vietnamita. Es una mujer multifacética.
De los boat people a Canadá
La protagonista de Vi es nieta de un importante juez de Saigón y crece en una familia de terratenientes e intelectuales francófilos que ven sus privilegios desaparecer lentamente producto de una reforma agraria que devuelve a los campesinos las tierras que cultivan. Luego, el padre es enviado a un campo de “reeducación” para intelectuales burgueses aunque, como “nació con el destino de los príncipes” solo permanece dos meses y es rescatado por un sirviente con el que se crió. La vida se vuelve peligrosa para quienes tienen un origen privilegiado y es imprescindible huir, a pesar de los evidentes peligros.
Vi, igual que su predecesora Ru, se inscribe como una novela de migración. En ambas se describe la odisea de una familia vietnamita por huir de los peligros/escapar de las amenazas de un país sometido a la crueldad de una dictadura que destruye a quienes poseen un origen privilegiado. Mientras el comunismo se instala en el país, la madre de Vi, una inteligente y poderosa mujer, elabora un plan que llevará a la protagonista, a sus tres hermanos mayores y a ella misma, a un barco cuyo destino es Malasia y un campo de refugiados que acoge a los boat people. Irónicamente, se trata de refugiados afortunados que esperan que los países del primer mundo vengan a salvarlos de esa estancia en un limbo incierto: “Cuando llegamos al campo acababan de marcharse las delegaciones francesa y australiana. Nadie podía informarnos de cuándo volverían ni de cuándo pasarían las delegaciones procedentes de otros países. Era evidente que ningún refugiado proyectaba vivir a largo plazo en el campo. Pero las tareas cotidianas nos enraizaban a nuestro pesar en aquellas tierras cálidas y hostiles”.
Finalmente, gracias a la inteligencia de su madre, Vi y su familia dejan el campo de refugiados de Malasia y arriban a Quebec cuando la niña cumple diez años. Son, sin duda, muy afortunados: la mayoría de sus compatriotas perdieron la vida en tormentas en el mar, producto de la violencia de piratas o cedieron a la tristeza de su existencia en el campo de refugiados. Del mimado padre de Vi, ni una sola palabra… La familia ahora está compuesta solamente por cuatro integrantes. Comienza entonces la etapa canadiense, las múltiples sorpresas iniciales: en Canadá no nieva durante doce meses, incluso el verano puede ser caluroso; los canadienses se despojan de sus ropas para evitar el calor; los occidentales expresan sus emociones a viva voz (a la protagonista le sorprende que esta peculiar costumbre incluso sea alentada).
Esta novela se configura como un relato en el que convergen la cultura vietnamita, la francesa y la canadiense. La historia se estructura sobre la base de breves aparatos que llevan epígrafes en vietnamita, francés, inglés, chino… Estos enunciados dan cuenta del lugar en el que se basa el tema de la narración: Saigón, Malasia, Quebec, pero también Boston, Río de Janeiro, Berlín y Camboya son solo algunos de los espacios por los que Vi transita y habita en su búsqueda por construir una identidad híbrida y plagada de complejidades.
“Un cuerpo no es una cosa. Así que no se puede estrenar ni desgastar ni malgastar”
Vi está creciendo y debe tomar decisiones como la vietnamita-canadiense en que se está convirtiendo. Decide estudiar en una universidad de Montreal y es entonces cuando comienzan las fisuras entre pasado/presente; niñez/adultez; oriente/occidente. Su madre firma a regañadientes la autorización para que se instale en una residencia universitaria, “(…) recordándome la importancia de la virginidad. Durante mucho tiempo creí que fueron mis hormonas de adolescente las que me habían impulsado a replicar: “Un cuerpo no es una cosa. Así que no se puede estrenar ni desgastar ni malgastar” reflexiona la protagonista, que, sin saberlo, comienza un aprendizaje de vida que la aleja de su madre y de las costumbres colectivas de su cultura; para llevarla a asimilar la cultura de su país de adopción. Vi crece para ser la mujer fuerte que su nombre no pudo determinar y vuelve a su país natal para desentrañar frente a nuestros ojos el enigma del padre que no se escribe, elipsis narrativa que comprenderemos en el desenlace.
“La historia de Vietnam y de los vietnamitas se vive, se amplifica, se vuelve compleja sin ser escrita ni contada”
En esta novela compuesta de apartados poéticamente lúcidos, Thúy va abriendo una serie de tópicos que empalman con sus otros libros: el peso de la tradición, la fortaleza de la mujer vietnamita, los horrores de la guerra, las delicias de la comida, el sacrificio infinito de una madre, la familia como lugar de arraigo en la soledad de la diáspora; el amor y la sensualidad y, por sobre todo, el crecimiento de una mujer que debe encontrarse a sí misma en un mundo que, al igual que la novela, se encuentra fragmentado.
Sorprende, sin embargo, que Vi se parezca tanto a Ru, al punto que se vuelve muy difícil distinguir los hechos entre una y otra. Ru también está escrita de forma fragmentada y ambas protagonistas (¿Kim Thúy?) viven experiencias casi idénticas para llegar a Canadá. Vi no es secuela de su antecesora, más bien pareciera un ámbito para desarrollar temáticas para las que Ru no tuvo espacio narrativo. Aunque los universos recreados por Thúy son bellamente líricos, el lector más distraído se confundirá en el sucinto pero complejo laberinto de ambas novelas, que funcionan como espejo una de la otra.
Helena Alzamora Abecassis
Magíster © en Literatura Comparada Universidad Adolfo Ibáñez