Desde que el mundo conoció Macondo, el mítico pueblo centroamericano de la novela Cien años de soledad del escritor colombiano Gabriel García Márquez, los espacios de la literatura latinoamericana no han pasado desapercibidos ante los ojos del lector universal. Variados ambientes, tanto físicos como socioculturales, han sido parte de este imaginario geográfico. Sin embargo, en las últimas décadas, la frontera norte del estado de México que colinda con Estados Unidos se ha instalado como un lugar simbólico recurrente, creándose la denominada “literatura de frontera”.
La frontera norte de México aparece en el mapa literario durante la década de 1970. Autores como Gerardo Cornejo, Rosina Conde, Daniel Sada, Luis Humberto Crosthwaite y Rosario Sanmiguel recurren a los paisajes naturales, urbanos y sociales de las localidades de la zona fronteriza en sus obras. Según la académica mexicana María-Socorro Tabuenca, la literatura de la frontera norte es tan heterogénea e inabarcable como la geografía misma que representa.
En el artículo “Estrategias narrativas y fronteras textuales en ‘la otra habitación’ de Rosario Sanmiguel”, Tabuenca estudia la manera en que la escritora de Ciudad Juárez utiliza el lenguaje poético y narrativo, para trazar una estética propia que se aleje de lo canónico o convencional. Según Tabuenca, si bien la autora localiza sus historias en el entorno urbano de la frontera como la mayoría de los escritores de la zona, su imaginario se distingue por un estilo reflexivo y descriptivo lejos de una exaltada violencia y de una denuncia panfletaria. Sus personajes son mayormente mujeres autónomas, valientes y deshinibidas a pesar de la adversidad, con las que Sanmiguel construye una imagen femenina que se contrapone al papel de la víctima. En este sentido, Rosario Sanmiguel cuestiona y redefine la representación de la mujer en la cultura fronteriza.
La visión de mundo que la escritora juarense transmite en sus obras, como Callejón Sucre y otros relatos (1994), es la de una gran lectora. Por consiguente, la académica Tabuenca afirma que el relato “La otra habitación” dialoga con el texto La habitación propia de la escritora británica Virginia Woolf, La vida breve del uguguayo Juan Carlos Onneti y En breve cárcel de la argentina Sylvia Molloy.
Sanmiguel situa a su protagonista, llamada Anamaría, en una habitación de un hotel de segunda en Ciudad Juárez. Desde ahí, la historia se centra en lo que el personaje imagina sobre Cony, la mujer de la habitación contigua. Como en el texto de Woolf, la narración de San Miguel atiende a la pregunta ¿de qué escriben las mujeres? Y, contrariamente a la visión hostil hacia la mujer en La vida breve, Sanmiguel escribe sobre la escritura a través de las reflexiones de su protagonista mujer. Para Tabuenca, esto significa una apuesta por una posición marginal, que escapa de imposiciones y jerarquías. Aspecto de su literatura que se reafirma en su diálogo con el texto de Molloy, pues en ambas obras la habitación es un lugar de autoconocimiento y experiencia sexual libre que escapa a las convenciones sobre el género.
Por otro lado, Tabuenca observa un clásico tópico de la literatura universal moderna en la obra de Sanmiguel: el retorno a casa. Así como sucede en Los pasos perdidos de Alejo Carpentier o Rayuela de Julio Cortázar, en “La otra habitación” la protagonista vuelve a la ciudad donde había pasado gran parte de su vida. Sin embargo, no lo hace para encontrarse a sí misma o al amor, como sucede en las literaturas del mítico retorno, sino por una necesidad mundana y ajena, le piden que vuelva para arreglar un asunto legal. Según Tabuenca, esto implica que el rol del héroe masculino es alterado y reelaborado desde una posición antes ingorada, la de una mujer que sin buscar una gran revelación es capaz de crear mundos con la escritura.
El imaginario que construye Sanmiguel es un espacio donde las voces femeninas articulan la realidad y las relaciones interpersonales. De esta forma, afirma Tabuenca, el cuerpo de la mujer no existe solo en función de las demandas de los hombres y rebate una herencia cultural castradora. La autonomía de la mujer es reivindicada en “La otra habitación” a través de la transgrecion de tabúes culturales como la menstruación, la masturbación femenina, la menopausia y el lesbianismo. En consecuencia, para Tabuenca, la obra de Sanmiguel rearticula la escritura desde varias posiciones de lo femenino-marginalizado. Su texto es un espacio dinámico donde se transgreden las fronteras de la cultura masculina dominante.
Texto reseñado: “Estrategias narrativas y fronteras textuales en ‘la otra habitación’ de Rosario Sanmiguel” de María-Socorro Tabuenca.