Deriva de viaje: Cuaderno alemán de María Negroni

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En 2010 Argentina fue invitado de honor a la Feria Internacional del libro en Fráncfort. Las cancillerías de ambos países en conjunto con el Instituto Goethe en Argentina y Alemania financiaron el proyecto Rayuela, que consistió en que cinco escritores argentinos (María Negroni, Alan Pauls, María Sonia Cristoff, Pablo de Santis y Ariel Magnus), plasmaran en un blog el diario de su viaje a Alemania y que, cinco escritores alemanes (Ulf Stolterfoht, Ron Winkler, Ray Wieland, Alissa Walser y Christoph Simon), hicieran lo mismo de su visita a Argentina. Cuaderno Alemán es la publicación de las entradas a ese blog, escritas por María Negroni (1951). Publicado en 2015 por la Editorial Alquimia, es la misma Negroni la que dice estar impresionada con el delicado y prolijo tomo cuyo diseño editorial estuvo a cargo del Estudio Navaja en Chile.

Se parte con un breve prólogo en el que la autora presenta las razones que impulsaron Cuaderno alemán, y donde advierte que, en su caso, el diario lo llevó a mano en un “cuaderno apaisado” (Negroni 8) que compró en Buenos Aires. Al manuscrito agregó ­­–otro anacronismo, según ella, dibujos varios que realizó durante su recorrido, con la ayuda de un pincel y tinta azul, implementos colaboradores del relato los cuales compró a su llegada. Así las impresiones de viaje, dibujos y fotografías que componen Cuaderno alemán, fueron escritas en papel argentino y dibujadas con tinta alemana.

Al prólogo le siguen dos capítulos. El primero, Entre Madame de Staël y Dora la Exploradora, conformado por breves textos en los que se logra representar más una deriva que una bitácora de viaje. No hay alegoría a un programa viajero prefijado, en cambio hay una atmósfera del lugar. El libro refleja cómo ese afuera, ese otro –Alemania– impacta en la autora. Con tono agridulce y crítico, Negroni recrea una especie de galería conformada por experiencias, dibujos y fotografías, que explican su pasar por la zona sur del país germano: Stuttgart, Núremberg, Baden-Baden.

 

“Nunca escribí un diario de viaje. No lo voy a escribir” (Negroni 15), instaura María Negroni en la primera línea del relato. Inmediatamente agrega que ella, al igual que el poeta Ulf Stolterfoht –que en el marco del mismo proyecto ha viajado a Argentina, quisiera quedarse a escribir su libro de viaje desde la habitación. Sin moverse, sin traslado: sin turismo. Pero luego argumenta, “¿Cómo haría para quedarme adentro con todo el arte, la historia y la literatura afuera?” (Negroni 15). La tensión entre ese adentro y ese afuera, entre lo que es arte y es horror, entre lo que es historia y lo que es trivial, entre lo que la literatura del primer y las “muchachas del tercer mundo” (Negroni 84) pueden ofrecer, persisten, insisten, tiñen la narración fluida, elocuente de María Negroni.

En la prosa de la escritora argentina, las ciudades alemanas del sur relucen brillantes como tasitas de plata –no hay señales de contingencia, de abandono, de pobreza– y en ellas sus habitantes se jactan de una estricta práctica bio. Ciudades que, sin embargo, conviven con una sombra histórica, con un idioma alemán al que la autora interroga mientras escucha un discurso político en la Schlossplatz: “¿Puede la lengua de un país quedar contaminada? ¿Pueden grabarse en ellas las dicciones del horror?” (Negroni 25). Negroni deja la pregunta suelta y luego, con ánimo de reconciliarse, pero también con un cinismo filoso, incluye un pequeño léxico de palabras indispensables en el alemán (Angst: miedo, Insel: isla, Puppe: muñeca, Traum: sueño, Verlieren: perder, Verlangen: deseo, Zeit: tiempo, entre otras). En Cuaderno alemán se plantea el claroscuro de la experiencia viajera: lo sublime de escuchar en vivo El arte de la fuga de Bach en contraste con la visita al Dokumentationszentrum Reichsparteitagsgeländer, un “complejo megalómano que el Führer se hizo construir para sus actos delirantes” (Negroni 35).

La deriva de María Negroni por la Alemania industrializada del sur es traumática, pero también admite momentos livianos: “Mañana me espera una excursión al museo de la Mercedes-Benz y una visita a Baden-Baden. Esto ya está empezando a gustarme” (Negroni 52). Además, el relato en primera persona exhibe datos de orden más íntimo: la relación que la escritora tuvo con dos hombres alemanes en su pasado, una vecina artista que le presta un secador de pelo y un argentino que la exacerba cuando en un almuerzo en el Literaturhaus le pregunta: “¿Cuál es la temática de tus libros?” (Negroni 18).

El texto se interrumpe cuando la autora deja el sur y viaja a Berlín dando paso al segundo capítulo, Catorce Poemas como Pequeños Muros Derruidos, que para la escritora resultan: “una forma oblicua de celebrar lo imperfecto” (Negroni 9). Catorce piezas aún más fragmentadas que los textos anteriores y que se resisten, en tanto forma lírica, a representar el entorno urbano taxativamente. Los poemas de Negroni no son sonoros, pero están construidos sobre imágenes portentosas: “En Berlín, entré por segunda vez como si yo misma fuera el muro que ha dejado de existir. Grafiti en las costras del cuerpo… Pasó una nena en bicicleta. Enséñame, le dije, cómo escribir lo que me extraña. Se alejó sin darse la vuelta, liturgia erguida en mi estrella nómade” (Negroni 84)

Cuaderno alemán deja al lector con las manos llenas de una experiencia que no es del todo placentera: viajar como turista. “La sociedad global tiene todavía sus diferencias” (Negroni 16), dice María Negroni, sin dejar de tener razón, aún cuando lo que hace diferente este relato no son las diferencias locales, sino más bien su escritura y la composición mixta de fotografías y dibujos. Ella lo apunta contundentemente citando a Sebald: “la literatura carece de objetivos, y de tener alguno, este se reduciría a restituir algo, más allá y por encima del mero resucitado de los hechos” (Negroni 30).

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Fuente:

Negroni, María. Cuaderno alemán. Santiago: Alquimia Ediciones, 2015. Impreso

 

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