Si bien el mundo académico la considera una “escritora fronteriza”, la mexicana Rosina Conde no cree en las fronteras e incluso asegura haber crecido simplemente desconociendo su existencia. Sin embargo, el cuestionamiento sobre de qué manera influencia la frontera sus procesos creativos se ha hecho inevitable. Un repaso por sus descubrimientos es lo que aborda en este ensayo poético publicado en Afpunmapu/Fronteras/Borderlands. Poética de los confines: Chile-México (2015).
La escritora, docente, performista, dramaturga, escenógrafa, vestuarista teatral y cantante de blues creció en el estado fronterizo de Tijuana, pasando sus días en la joyería de sus padres y moviéndose por una ciudad dinámica, en un remolino de culturas, variedad de hablas. Así la frontera, según Conde, afecta su trabajo creativo en diversos ámbitos: geográfico, psicológico, estilístico y lingüístico.
A finales de los años setenta —cuando paulatinamente la frontera México-Estados Unidos se militarizó obligando a los tijuanenses a pasar por Migración si querían internarse en el mismo México— la natural diversidad social que conoció en su Tijuana natal y la igualdad entre hombres y mujeres enseñada en el seno familiar se vieron quebrantadas. Conde lo dice así: “me di cuenta que vivíamos en un mundo de lobos”.
Fue la violenta realidad la que determinó en gran medida las temáticas de su obra, así como la preferencia por personajes y estilos lingüísticos que visibilizaran las vivencias de Tijuana y le dieran un espacio hasta entonces inexistente en la literatura mexicana. Sus personajes no son de la aristocracia, sino tijuanenses de clase media que creen en la movilidad social, pertenecientes a las áreas semiurbanas, agentes de un idioma local dinámico y diverso, quienes viven en carne propia los efectos de la globalización y los cambios en la economía, como por ejemplo la entrada de la industria maquiladora con sus oscuras secuelas en las mujeres trabajadoras.
Aunque ha vivido casi toda su vida en México, Conde se arriesga a que los puristas la califiquen de “pocha” (término peyorativo para referirse a los mexicanos que emigran a Estados Unidos y “olvidan” el español o lo hablan con acento afectado por el inglés) y pone en la boca de sus personajes el habla del norte mexicano que incluye neologismos, extranjerismos, regionalismos y una gran cuota de oralidad, usando en ocasiones el lenguaje vivaz de los chismes o canciones populares de la zona. “Finalmente, si Cortázar escribía en argentino, ¿por qué no podría yo escribir en tijuanense?”, desafía Conde.
Ciertamente la decisión más atrevida y novedosa de Rosina Conde es poner a las mujeres tijuanenses como personajes —o personajas, como las llama la escritora— en el universo de la ficción. Contará historias sobre diversas mujeres, de estriptistas a tejedoras que experimentan los problemas laborales, migratorios y familiares propios de las mujeres del norte de México. “En casi toda mi narrativa”, sentencia, “mis protagonistas tratan de analizar su condición de mujer y la violencia de la que son objeto dentro de la familia y el trabajo, para liberarse y aceptarse como seres humanos”.
Muy desgarrador es su relato sobre cómo a lo largo del tiempo —y debido a la coyuntura— ha alterado el discurso y los elementos tanto de maquillaje como vestuario en su performance Señorita Maquiladora; acto en el que escenifica a una Miss que representa la industria maquiladora y la suerte de las obreras en el norte de México. Si en un principio versaba sobre los problemas de salud que enfrentaban las obreras con las sustancias químicas, con el paso del tiempo Señorita Maquiladora también se hizo cargo de otros temas que afectan a las obreras, como los abortos por las largas jornadas de trabajo, la violencia intrafamiliar que azota al país, la discriminación racial que excluye a las etnias latinoamericanas o las cinco mil mujeres desaparecidas en Ciudad Juárez (en su mayoría trabajadoras de las maquiladoras).
Hoy, Rosina Conde trabaja en un espectáculo poético-musical que tributa a las muertas de Juárez, a los 43 normalistas desaparecidos en Ayotzinapa y a los migrantes caídos en el cruce fronterizo. Este año, en la XXXVIII Feria Internacional del Libro del Palacio de la Minería, la escritora fue homenajeada, resaltando sus cuarenta años de trayectoria en los que las mujeres de sus obras, sus personajas, han hecho visible el mundo femenino fronterizo.
Texto reseñado: “Las fronteras y mi arte poética” de Rosina Conde.