La traducción se entiende como una forma de asimilación entre dos culturas: una dominante, otra subordinada. Pero algunos escritores de la “cultura subordinada” se rebelan ante este orden y nace la traducción como trinchera de lucha con el fin de resguardar la cultura, lengua y poética de la cultura minoritaria a la que pertenece el autor. Este es el caso que analiza Rodrigo Rojas en su libro La lengua escorada. La traducción como estrategia de resistencia en cuatro poetas mapuche (2009).
Para Rojas, los poetas mapuche escogidos —Elicura Chihuailaf (1952), Jaime Huenún (1967), Leonel Lienlaf (1969) y David Aniñir (1971)—comparten una “estrategia textual” que les permite desafiar un sistema literario monolingüe y, a menudo, discriminador. Caso particular si, además, el escritor es el propio traductor de sus obras, como ocurre con Lienlaf.
La traducción como estrategia sería una respuesta “frente a constantes mensajes de parte de la lengua y la cultura dominante por aplastar y reducir a la cultura del autor”, escribe Rojas. Leonel Lienlaf —reconocido como el primer poeta mapuche en recibir el Premio Municipal de Literatura— bien lo describe en uno de los poemas de Se ha despertado el ave de mi corazón (1989). En “Rebelión” escribe versos como “mis manos no quisieron escribir/las palabras/de un profesor viejo” o “mi mano se negó a escribir/aquello que no me pertenecía”, mostrándonos su rebelión ante el pasado escolar chileno, la autoridad de aquel profesor. Ser un poeta bilengual, habitante del espacio fronterizo como Lienlaf, requiere según Rojas buscar formas de reaccionar ante una educación formal que lo insta a avergonzarse de su herencia.
Una de las características de la escritura del poeta Leonel Lienlaf es su cercanía a la tradición oral mapuche, especialmente al ül o canto. Esta complejidad hace que sea fundamental que el autor sea su propio traductor, ya que nos inserta con propiedad en un contexto multicultural. Más importante aún es el rescate que hace de la dimensión ritual de la palabra mapuche, tanto si está traducida a la escritura o retraducida al español. En entrevistas el escritor nacido en Alepue (Valdivia) ha dicho: “el sentido del idioma mapuche, la palabra en sí misma, es un ritual (…) si entras en la metafísica o en el pensamiento, es muy rico, porque permite nombrar y definir cosas”.
Para hacernos una idea de la dificultad de la que hablamos en la traducción de Lienlaf, algunos ejemplos simplificados: en mapudungun no existe el negativo, por tanto, la negación se insinúa utilizando la palabra muerte. Si en español los cortes de los versos responden a oraciones, en mapudungun los versos son cortados después de una imagen. Así mismo hay palabras que por su profundidad se pierden al ser traducidas. Para los mapuche las almas se dividen en tres estados am (alma del hombre vivo), alwe (alma del espectro, del que pena) y pulli (espíritu intregado al cosmos). Solo un lector bilingüe podría reparar en esta sutileza en los versos de Lienlaf. Curioso cómo se invierten los papeles, porque bajo esta lectura pareciera ser el mapudungun y no el español quien posee la profundidad interpretativa, el conocimiento.
Pensar que la traducción bilingüe es solo un registro doble, dos caras del libro (una en español y otra en mapudungun) es simplificar el acto. Bien lo describe Rojas al insistir que son gestos de “rebeldía y resistencia que no pueden ser pasados por alto”, menos aún en el caso de la cultura mapuche negada tras siglos de violencia e imposición de una lengua ajena.
Texto reseñado: “La lengua escorada. La traducción como estrategia de resistencia en cuatro poetas mapuche” (2009), de Rodrigo Rojas. Capítulo: “Leonel Lienlaf: un poeta doméstico y rebélico”